Según la Ciencia iniciática, una célula es una criatura viviente, una pequeña alma inteligente
que sabe cómo respirar, cómo alimentarse, producir secreciones, proyecciones... Mirad cómo
trabajan las células del estómago, del cerebro, del corazón, del hígado, de los órganos sexuales;
incluso están especializadas. La unión de todas estas criaturas, la suma de sus actividades, es
nuestra inteligencia. Nuestra inteligencia se basa en la inteligencia de todas esas pequeñas
células: nosotros dependemos de ellas y ellas dependen de nosotros; formamos una unidad. En el
plano físico no podemos hacer nada.
sin el consentimiento de nuestras células; el día que paran de trabajar, el funcionamiento de
nuestro organismo queda perturbado: la nutrición, la eliminación, la respiración.. .
El hombre es la síntesis de todas esas inteligencias que están ahí, dentro de él. Por eso debe
acostumbrarse a visitar sus células, a hablar a ese pueblo que está ahí, que le escucha, que
atiende, que está a su servicio, pero que él ha olvidado, abandonado y del que casi siempre se ríe.
El que fuma, por ejemplo, o el que bebe desmesuradamente, molesta a estas bellas almas que
viven en sus pulmones o en su corazón, y ellas le piden, le suplican que pare, pero él continúa
molestándolas hasta provocar una enfermedad.
Debéis mostraros, pues, muy atentos y llenos de amor hacia vuestro propio pueblo; si así lo
hacéis cuando algo no funciona bien, él os previene por medio de ciertos signos para que toméis
precauciones, y de esta manera podéis evitar muchos inconvenientes. De otra forma, nadie os
previene, y en el último minuto, cuando ya no hay nada que hacer para remediado, os preguntáis
por qué no habéis recibido ninguna señal, ninguna advertencia. Pero si sabéis comportaros con
vuestras células, ellas os previenen del más mínimo trastorno, porque os aman...
Los pensamientos y las palabras positivas que enviáis a cada uno de vuestros órganos y de
vuestros miembros producen cambios benéficos. Si cada día, durante algunos minutos, os
acostumbráis a pensar en vuestras células y a hablades, podréis mejorar vuestra salud.
Haced por ejemplo este ejercicio. Poned vuestra mano sobre el plexo solar, y en esta posición
dirigíos a vuestras células: pedidles que remedien todo lo que no funcione bien en vosotros, pero
dadles las gracias también por su buen trabajo. Ellas os entenderán porque el plexo solar dirige
todos los procesos inconscientes del organismo: secreción, crecimiento, circulación, digestión,
eliminación, respiración... De esta forma podéis hablar a vuestras células, ser entendidos por
ellas, yeso tanto más cuanto mayor sea vuestra fe y el poder de vuestro pensamiento.
Omraam Mikhaël Aïvanhov
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