Pocas cosas hay que sean tan difíciles para el
estudiante que principia a educar su mente como la
concentración. En las
primeras etapas de la actividad de la mente, el progreso depende de sus veloces
movimientos, de su viveza, de su disposición para recibir los choques de
sensaciones tras sensaciones, volviendo su atención prontamente de una a otra.
En esta etapa la versatilidad es una cualidad valiosísima siendo esencial para
el progreso la dirección constante de la atención hacia lo externo. Mientras
que la mente esté reuniendo materiales para pensar, la extrema movilidad es una
ventaja; y durante muchas, muchísimas vidas, la mente se desarrolla por medio
de esta movilidad, la cual aumenta con la práctica. La interrupción de esta
costumbre de exteriorizarse en todas direcciones, la imposición de la fijeza de
la atención en un solo punto, semejante cambio causa un sacudimiento, un
choque, y la mente se precipita alocada, como el caballo no domado cuando por
primera vez siente el freno. Hemos visto que el cuerpo mental se amolda a las
imágenes de los objetos a que se dirige la atención. Patanjali habla de la
interrupción de las modificaciones del principio pensante, esto es, la
interrupción de esas constantes reproducciones del mundo externo. El detener
las constantes modificaciones del cuerpo mental, y el mantenerlo amoldado con
fijeza a una imagen mental, es concentración en lo que a la forma se refiere;
dirigir la atención con fijeza a esta forma, a fin de reproducirla
perfectamente dentro de sí, es concentración en lo que respecta al conocedor.
En la concentración, la conciencia está fija en una sola imagen; toda la
atención del conocedor está dirigida a un solo punto, sin fluctuaciones ni
desviaciones. La mente – la cual discurre continuamente de una a otra cosa,
atraída por los objetos externos, amoldándose a cada uno en veloz sucesión -
es enfrentada, mantenida y obligada por medio de la voluntad a permanecer en
una forma, moldeada a una imagen, sin atender a ninguna otra impresión. Ahora
bien; cuando se mantiene a la mente de este modo, amoldada a una imagen, y el
conocedor la completa fijamente, obtiene un conocimiento del objeto muchísimo
mayor que el que pudiera aportarle cualquier descripción verbal del mismo.
Nuestra idea de una pintura, de un paisaje, es mucho más completa cuando la
hemos visto que cuando sólo la leemos u oímos hablar de ella. Y si nos
concentramos en tal descripción, la pintura toma forma en el cuerpo mental, y
obtenemos un conocimiento mucho más completo que el que se obtiene por la mera
lectura de las palabras. Las palabras son símbolos de las cosas, y la
concentración en el bosquejo de una cosa producida por la palabra descriptiva,
añade más y más detalles, por ponerse la conciencia más en contacto con la cosa
descrita. Al principio de la práctica de la concentración hay que luchar con
dos dificultades. Primera, el desatender las impresiones que continuamente se
reciben. Hay que impedir que el cuerpo mental conteste a estos contactos,
debiendo resistirse la tendencia a responder a las impresiones externas; pero
esto requiere dirigir parcialmente la atención a esta misma resistencia, y
cuando se ha vencido la tendencia a responder, la resistencia misma tiene que
cesar; necesitase el equilibrio perfecto, ni resistencia ni no resistencia,
sino una firme quietud, tan poderosa que las ondas externas no produzcan
ningún resultado, ni tan siquiera el resultado secundario de tener conciencia
de un algo que hay que resistir. Segunda, la mente debe sostener como única
imagen, durante el tiempo que sea el objeto de la concentración; no sólo debe
resistirse a ser modificada en contestación a los choques externos, sino que
debe también cesar su propia actividad interna, la cual está siempre barajando
su contenido, pensando en él, estableciendo nuevas relaciones, descubriendo
semejanzas y desemejanzas ocultas. Esta imposición de quietud interna es aún
más difícil que permanecer ignorante de choques externos, por referirse a su
propia vida intima y completa. El volver la espalda al mundo externo, es más
fácil que aquietar el interno, porque este mundo interno está más identificado
con el Yo; y en una palabra, para la mayor parte de la gente en el presente
grado de evolución, representa el "yo" (personal). El intento mismo,
sin embargo, de aquietar la mente de este modo, produce pronto un avance en la
evolución de la conciencia, porque inmediatamente sentimos que el que gobierna
y el gobernado no pueden ser uno, e instintivamente nos identificamos con el
primero. "Yo aquieto mi mente", es la expresión de la conciencia, y
se siente a la mente como perteneciendo al "yo", como una propiedad
suya. Esta distinción crece inconscientemente y el estudiante encuentra que
está adquiriendo la conciencia de una dualidad, de algo que domina y de algo
que es dominado. La mente concreta inferior es apartada y el "yo" se
siente como un poder mayor, como una visión más clara, y se desarrolla un
sentimiento de que este "yo" no depende ni del cuerpo ni de la mente.
Este es el primer albor de conciencia de la verdadera naturaleza inmortal, y el
horizonte se dilata, pero interiormente, no externamente, hacia adentro, más y
más, continuamente y sin limitación. Desarróllase el poder de conocer la Verdad
a primera vista, el cual sólo se muestra cuando se trasciende a la mente, con
su lento proceso de razonar.
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