miércoles, 17 de septiembre de 2014

De Isabel Allende CARTA DE UNA MAMA A SUS HIJOS

Siempre que en la televisión quieren hablar de las madres, muestran a mujeres con chicos en los brazos, sonrientes, dulces, cariñosas, sin una pizca de cansancio, espléndidamente maquilladas y a todo eso le agregan maravillosas frases de posters. ¡¡Mentiras!!
Las mamás no somos abnegadas amantes del sacrifico, ni aguerridas guerreras, que todo lo pueden.
Las mamás lloramos abrazadas a la almohada, cuando nadie nos ve; pedimos la epidural durante el parto y puteamos en 17 idiomas, cuando tenemos que poner el despertador a las 2 de la mañana, para ir a buscarlos a una fiesta.
Cuando les decimos que no se peleen con ese compañerito que les dice enano o cuatro ojos, y les damos toda clase de explicaciones conciliatorias, querríamos, en realidad, tener el cogote del pequeño verdugo entre nuestras manos.
Y también pensamos que la vieja de geografía es un mal bicho, cuando les baja la nota porque no saben cuántos metros mide el Aconcagua, lo que, al final, ¿a quién cuernos le importa? Pero no lo podemos decir.
No es que nos encante pasarnos horas y horas en la cocina, tratando de que el pescado no tenga gusto a pescado y disimulando las verduras en toda clase de brebajes, en lugar de tirar un patty a la plancha…es que tenemos miedo de que no crezcan como se debe.
No es que nos preocupe realmente que se pongan o no un saquito…es que tenemos miedo de que se enfermen.
No es que los queramos más cuando se bañan…es que no queremos que nadie les diga roñosos.
No lo hacemos por ustedes.; lo hacemos por nosotras.
Porque ser mamá no tiene que ver con embarazos, pañales y sonrisas de aspirinetas.
Tiene que ver con querer a alguien más que a una misma; con ser capaz de cualquier cosa, con tal de que ustedes sufran NADA… NUNCA… JAMÁS…
Ustedes nos hacen felices…
Cuando les encantan nuestras milanesas y cuando nos consideran sabias por contestar todas las preguntas de los concursos de la tele.
Cuando vienen llorando a gritos, porque se rasparon la rodilla y nos dan la posibilidad de darles consuelo y curitas.
Cuando, recién levantadas, nos dicen “¡qué linda que estás, mamá!”
Ustedes nos hacen mejores.
Nos dan ganas y fuerzas. Nos comeríamos un gurka crudo, antes de que les toque un dedito del pie.
Nos lavamos la cara y salimos del baño con una sonrisa de oreja a oreja, para hacerles saber que la vida es buena, aunque nos vaya como al reverendo…
Por ustedes cantamos las canciones de Chiquititas, vemos Barney, escuchamos a Los piojos, compramos Nopucid, repasamos 500 veces la tabla del 2 y arreglamos el carburador para llevar a los pibes al fútbol, al inglés, al dibujo, a la psicóloga, al basquet, al volley, a las danzas, a la casa de la amiga, a la maestra particular, al dentista, al médico y a comprar un pantalón.
También armamos 24 bolsitas con anillitos y pulseritas y tratamos de que la torta se parezca a Pikachú; nos buscamos otro trabajo, sacamos créditos, nos compramos libros, vamos al psiquiatra, al pediatra y a los videos; negociamos con los maestros y con los acreedores, recortamos figuritas, estudiamos junto a ustedes los ríos, las provincia y las capitales de los países de Europa; nos ponemos lindas, nos enojamos, nos reímos, nos salimos de quicio y nos convertimos en la bruja y en la princesa de todos los cuentos, sólo y exclusivamente para verlos felices.
Verlos felices es lo que nos hace felices.
Ojalá pudiéramos pegar el mundo con cinta adhesiva —como el velador que cayó en combate, durante la última guerra de la fiesta de pijamas—, para que fuera un mejor lugar para ustedes.
Gracias por hacerme su mamá.
Gracias por hacerme tan importante.
Gracias, por esas porquerías que hacen en el colegio, con corchitos y escarba dientes (que casi nunca entiendo para qué sirven, pero que guardo religiosamente).
Gracias por los abrazos, por los besos, las lágrimas, los dolores, los dientes de leche, las cartitas, los dibujos en la heladera y por el Amoxidal.
Gracias por tantas noches sin dormir, por los boletines y por las plantas rotas del jardín, jugando a la pelota.
Gracias por mi maquillaje arruinado al ser usado para jugar a la mamá y por las fotos de la primaria…
Ustedes son mis mejores medallas. Gracias, porque los amo. Y ese es el amor que me hace grande.
LO DEMÁS ES MARKETING

No hay comentarios:

Publicar un comentario