martes, 19 de agosto de 2014

Conociendo al Arcángel Gabriel

ARCÁNGEL GABRIEL
Su nombre significa HOMBRE de DIOS – DIOS es MI FUERZA. Custodia el Sur, el Mediodía, la Primavera, el Agua.
Su color es el BLANCO.

Es Guardián del Reino EMOCIONAL, la creatividad, las artes y las relaciones.
GABRIEL es quien está sentado a la diestra de DIOS. Protege con su Eterna Luz los Cielos y la Tierra, es el depositario de la llave del Paraíso Terrenal. Es el Arcángel que le dictó el Corán a Mahoma y se lo llamó el “Ángel de la Verdad”.
A GABRIEL se lo considera el Arcángel protector de las embarazadas, de acuerdo a su íntima relación con las mujeres en ese estado. Se le presentó a la Virgen María anunciándole, la inminencia de su embarazo y de haber sido la elegida ante los ojos del Creador para portar en su vientre a Jesús; y también a su prima Isabel, madre de Juan el Bautista.
Zacarías supo del nacimiento de Jesús a través de la aparición de GABRIEL. La Biblia menciona también que este Arcángel se le apareció al Profeta Daniel.
Como vemos el Arcángel GABRIEL es el mensajero de la vida y es también el que revela misterios. Es el Enviado del nacimiento y el Divino Guardián de los procesos de fecundación. La festividad de San Gabriel Arcángel era el 24 de marzo, hoy se conmemora el 29 de Septiembre día de los SANTOS ARCÁNGELES.
Es el Arcángel del Amor, de los vínculos del corazón; del AMOR sin límites, del AMOR desinteresado que todo lo puede. Él despierta el corazón más duro, brindándole la LUZ que necesita para su restauración.
GABRIEL protege nuestro campo emocional, instaurando un nuevo orden en el para que podamos llegar a querer de una manera nueva, distinta.
Él se nos acerca con un saludo avivando el Amor en nuestros centros. Consagra las alianzas entre los hombres y anuncia nuevas vidas, cuando GABRIEL aparece en nuestra vida, ha llegado el momento de soltar lo viejo y darle paso a lo nuevo.
Cuando evoquemos a GABRIEL, cubrámonos con la luz blanca de su AMOR.
ARCÁNGEL GABRIEL en la historia….
Dios es el único ser que no tiene historia. Todos los seres creados son, en mayor o menor medida, seres históricos: nacen, evolucionan, mueren. Sólo que la historia de cada uno tiene un signo diferente, según el lugar que ocupe en la jerarquía ontológica. A medida que se asciende de lo inerte a lo sensitivo y de lo irracional al mundo del espíritu, la historia va enriqueciéndose y entrañándose en la esencia misma del ser. Por eso el hombre es el ser más histórico de todos los que pueblan la tierra. Sobre el cimiento de unas pocas tendencias universales y permanentes de su naturaleza, cada hombre participa en la historia general de la humanidad desde un ángulo propio e irrenunciable. Del hombre, y sólo del hombre, cabe hacer biografía. Una piedra, como tal, no tiene biografía, aunque las piedras, en su conjunto, tengan también historia.
Pero ¿y los ángeles? Hay, ciertamente, una historia universal de los ángeles, criaturas de Dios; una historia que ha quedado escrita en los Libros Sagrados, desde el Génesis hasta el Apocalipsis. Los ángeles nacieron de una palabra de Dios. Pronto, rebeldes unos, fieles otros, se bifurcó para siempre su historia colectiva en dos inmensos bloques, de luz y de sombras, de odio y de amor. La inmensa mayoría de los ángeles, espíritus puros, han quedado sin nombre y sin hazañas extremas. Sólo Dios sabe sus nombres y sus papeles en el gran teatro del mundo. Para nosotros son como anónimas estrellas fugaces, que de vez en cuando cruzan el firmamento del espíritu. Así los que se aparecieron a los pastores de Belén, anunciando la paz a los hombres de buena voluntad; el ángel de Getsemaní, que confortó a Cristo en su agonía, el que traspasó de una lanzada el corazón de Santa Teresa; tantos otros, que pusieron un momento de luz en la vida de algunos elegidos de Dios y se desvanecieron para siempre.
Mas hay unos ángeles, muy pocos, que tienen, además de esa historia anónima y colectiva, algo así como una biografía personal. Entre esos pocos, San Miguel, el capitán de las huestes angélicas contra Luzbel; San Rafael, el compañero de peregrinación de Tobías, ocupa puesto preeminente el arcángel San Gabriel.
Por de pronto, San Gabriel tiene uno de los nombres más bellos que ha podido troquelar el lenguaje humano: “hombre de Dios, hombre en que Dios confía”; o también, como San Gregorio glosa, “el fuerte de Dios”.

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